18 de julio de 2017

Solemnidad Santa Marina, Virgen y Mártir - Homilía P. Juan Carlos

¡Viva Santa Marina!, solemos gritar en este día. Al pronunciar esta interjección deseamos expresar la alegría de la fiesta, la alegría de pasar unos días de descanso juntos, dejando a un lado las preocupaciones, los sinsabores de la vida, y sacando del fondo -al modo de la vertedera en la tierra- lo mejor de nosotros mismos. Todos somos capaces de dar lo mejor que tenemos: la convivencia, la solidaridad, la tolerancia, la templanza, el buen hacer, la amistad, la diversión, la música, el baile, la buena palabra, la mirada de frente, el buen saludo, etc. Y sobre todo el deseo de crear en nuestra villa un hogar donde el que venga pueda sentirse como en casa, que se note que Cigales es lugar cordial, que sabe respetar lo diferente, que incluso puede ponerse en lugar del otro, y donde sobra la mofa, el ridículo, la soberbia, la murmuración y la chismorrería, la embriaguez, la contaminación, la descalificación, la blasfemia, el egoísmo del “y tú más”.
              Santa Marina, sin embargo, puede quedar tan solo en un símbolo de la fiesta. Por eso, sería triste que de esta fiesta -que procede desde tiempo inmemorial- tan solo nos quedáramos con fuegos de artificio. Tenemos la responsabilidad de continuar lo que nos dejaron como mejor herencia nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros ancestros; esto es, Santa Marina, es decir, modelo de creyente en Jesús el Señor. Ciertamente que no les estoy animando a aquello de: “aquí siempre se ha hecho así”, y hay que continuarlo. En absoluto, pues el tiempo cambia, y el Espíritu nos ha de inspirar nuevas formas, pero son solo formas, el fundamento habrá de ser siempre el mismo, sin edulcorar. Hoy, si no, fíjense, llevaremos a la imagen en carro, por falta de hombros.
              Todos nosotros hemos oído muchas veces la leyenda que envuelve la vida de Santa Marina. Pero hay algunos rasgos muy importantes que me gustaría resaltar en esta homilía: Santa Marina, Virgen y Mártir.
Marina, laica cristiana de la primera mitad del siglo segundo, de origen gallego, para nosotros, patrona, es decir, modelo de creyente, defensora de la fe cristiana aun a costa de su propia vida. Recordamos como fue decapitada por mandato de su padre, por recibir el bautismo a espaldas de este. Santa Marina es ejemplo de una Iglesia que quiere el diálogo con el mundo y que pretende sin pudor ni reservas llevar el Evangelio a los hombres de cada tiempo. Esta es una “Iglesia en salida”, que no se queda enclaustrada en los templos, sino más que nunca desea ser misionera, encarnada en el momento, de la mano de Jesús, en el intento de integrar, ese es nuestro deseo, la fe y la justicia.

Pues bien, hermanos, la identidad de esta “mocita” es de suma actualidad, y sino reparen en la cantidad de cristianos que hoy en día por el simple hecho de querer vivir en libertad su fe son asesinados, víctimas de la represión y de la intolerancia. Ojalá no nos acostumbremos a vivir en un mundo de malas noticias y seamos nosotros, también, víctimas de la indiferencia, del mirar hacia otro lado cada vez que vemos al hermano solo y abandonado.
La memoria de Santa Marina nos exhorta moralmente a cada uno de nosotros para que seamos testigos de Cristo en nuestra vida por medio de la fe y de las buenas obras, obras de misericordia; como, por ejemplo: dar de comer al hambriento, acoger al peregrino, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, orar unos por otros, corregir con caridad, sufrir con paciencia los defectos del vecino, etc.
Sin embargo, constantemente fallamos en este cometido. No está en juego nuestra cabeza, ni mucho menos, pero nos cuesta reconocer lo que somos en medio de una sociedad que cada día más pone en peligro los valores que nos consolidan como pueblo, como cultura de profundas raíces cristianas.
Queridos hermanos, la memoria de Santa Marina no me anima a la confrontación, ni mucho menos a hacer repasos, pero sí al deseo que este pueblo aflore lo que mayoritariamente tiene sembrado como semilla desde el Bautismo, y es la fe. La fe mueve montañas, mueve los corazones. Teniendo a Jesús el Señor dentro de nosotros la vida puede cambiar. Nuestro mundo ha de cambiar y no cambiará a base de enumerar las cosas que están mal, sino con la unión de manos capaces de crear un mundo mejor.
Les deseo que pasen unos felices días de Santa Marina, donde puedan expresar el orgullo de esta mujer que fue capaz de dar su vida. Ánimo y cuidado con los excesos que llevan a la inconsciencia y al arrepentimiento tardío. Vivan la fiesta con plena consciencia y con espíritu abierto y alegre. Así sea.

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