Algunos
domingos de la Pascua tienen un matiz. Recuerden sino el itinerario de la
Cuaresma, cada domingo nos va marcado, a partir del texto evangélico, un
itinerario de vida. Desea provocar en nosotros una actitud, un itinerario de
vida, una similitud, la plena identificación con Jesús el Señor. Y, ¿por qué
tenemos que parecernos al Señor? Pues porque en Él están representados todos
los valores humanos, los mejores, los que nos hacen feliz a nosotros y a las
personas con las que convivimos, pero no solo con ellas, sino con toda la
humanidad.
Pues
bien, como les decía, también cada Domingo de la Pascua, nos propone una imagen
de Jesús. Primer Domingo: la Resurrección del Señor, en todo su esplendor.
Segundo Domingo: Domingo de la Divina Misericordia, así nombrado por el Papa
San Juan Pablo II. El Tercer Domingo de la Pascua el de los discípulos de
Emaús, Dios se hace el encontradizo en nuestra vida cotidiana. El Cuarto
Domingo, el Domingo del Buen Pastor. El Quinto nos habla de la comunión, como
estar unidos a Jesús nos hace comunidad. El Sexo Domingo, Domingo en el que
celebramos la Pascua del Enfermo nos invita a comportar en nosotros un
testimonio de esperanza y no de cobardía. Después seguiríamos con el Domingo de
la Ascensión para concluir con el Domingo de Pentecostés.
Hoy
nos centramos en el Domingo del Buen Pastor, es un domingo típico para
ordenación de diáconos, sacerdotes y obispos, pastores de la Iglesia. Las
lecturas –excepto la segunda- nos han hablado de esta imagen, Dios es nuestro
Pastor, Jesucristo es el Cordero de Dios, el Bautismo es la Puerta que nos
permite entrar en la Iglesia y permanecer en ella. El Bautismo es el sacramento
vital para un cristiano, tan característico de la Pascua.
A
mí me gustaría, precisamente, desarrollar un poquito algunas cosillas que hemos
escuchado en el Evangelio:
- Jesús es el Buen Pastor. Precisamente
el Señor mismo nos advierte -por medio de la Palabra que acabamos que escuchar-
que hay otros pastores que no son buenos y se nos presentan como tal. No
olviden nunca la imagen del lobo en el Cuento
de la Caperucita. Una cosa es lo que parecen las cosas y otra lo que son.
Las apariencias engañan. San Ignacio de Loyola habla del “sub angelo lucis”, es
decir, aquellas realidades que se presentan como buenas, pero en el fondo
llevan carga de maldad. En la vida sabemos que, por haber, hay de todo. Pero
qué triste es poner la confianza en alguien y que luego te lleves un chasco.
Jesús, Buen Pastor, nos da garantías. Vivir en plena comunión con Él nos
aporta, como hemos escuchado en el Evangelio, vida eterna.